La última vez que volé, en un 737, salí de Reus con un sol espléndido, pero en Londres aterrizamos de esta guisa, dejándome yo los ojos por ver alguna cosa. Por suerte, la sensación de descenso nos iba informando y tenía algo de visión sobre el ala, asi que pude ver como iba metiendo flaps y por tanto, suponiendo que alinéabamos para tomar.
Pero sin ver nada hasta que de repente ¡flop! apareció la pista.
La verdad es que acojona un poco.
Es la mejor situación meteorológica para arale el huerto al tio Antonio.